Fue hijo de Ricardo Silva Silva y de Mercedes Henríquez Encina; nació en Talca el 27 de septiembre de 1907. Realizó sus estudios en el Liceo Alemán de Santiago, y posteriormente estudió Derecho en la Universidad Católica de Chile; se recibió de abogado en 1929.
A los 22 años ingresó a la Congregación Salesiana en Santiago. Estudió Teología en Turín, donde obtuvo un doctorado. Fue ordenado sacerdote en esa misma ciudad en 1938.
Raúl Silva se desempeñó como profesor de Derecho Canónico y de Teología Moral en su congregación. Luego, fue nombrado rector del Liceo Manuel Arriarán Barros (1943) y del Colegio Patrocinio San José (1948). Fue fundador y presidente de la Federación de Colegios Particulares Secundarios (FIDE). En 1950 se hizo cargo de la dirección del estudiantado salesiano.
El 25 de mayo de 1961, el Papa Juan XXIII nombró como arzobispo de Santiago al obispo de Valparaíso, Raúl Silva Henríquez, ante la sorpresa de la opinión pública que no lo consideraba entre los favoritos para suceder al cardenal José María Caro. Sólo un año después, en febrero de 1962, el mismo Papa lo nombraba cardenal, recibiendo el capelo cardenalicio de sus manos el 19 de marzo del mismo año. A partir de ese momento y durante 20 años, el cardenal Raúl Silva Henríquez debió afrontar una de las épocas de cambio más traumáticas de nuestra historia, marcada por sostenidas demandas sociales y la polarización de la clase política que buscaba dar respuesta a los problemas sociales con soluciones ideológicas excluyentes, que culminaron con el quiebre democrático y la instauración por la fuerza del régimen militar de Augusto Pinochet. En este difícil contexto histórico, el cardenal Silva Henríquez, cuyo pensamiento siempre estuvo marcado por su profunda fe y amor a Chile, supo ser fiel a su papel de pastor llamando al diálogo y constituyéndose en la voz de los más desamparados; asimismo supo llevar a cabo su obra social como promotor de instituciones en beneficio de los sectores de extrema pobreza. Su sensibilidad quedó reflejada en un hermoso texto llamado "Mi sueño de Chile", donde señalaba: “Quiero que en mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres. Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia”.
A los 22 años ingresó a la Congregación Salesiana en Santiago. Estudió Teología en Turín, donde obtuvo un doctorado. Fue ordenado sacerdote en esa misma ciudad en 1938.
Raúl Silva se desempeñó como profesor de Derecho Canónico y de Teología Moral en su congregación. Luego, fue nombrado rector del Liceo Manuel Arriarán Barros (1943) y del Colegio Patrocinio San José (1948). Fue fundador y presidente de la Federación de Colegios Particulares Secundarios (FIDE). En 1950 se hizo cargo de la dirección del estudiantado salesiano.
El 25 de mayo de 1961, el Papa Juan XXIII nombró como arzobispo de Santiago al obispo de Valparaíso, Raúl Silva Henríquez, ante la sorpresa de la opinión pública que no lo consideraba entre los favoritos para suceder al cardenal José María Caro. Sólo un año después, en febrero de 1962, el mismo Papa lo nombraba cardenal, recibiendo el capelo cardenalicio de sus manos el 19 de marzo del mismo año. A partir de ese momento y durante 20 años, el cardenal Raúl Silva Henríquez debió afrontar una de las épocas de cambio más traumáticas de nuestra historia, marcada por sostenidas demandas sociales y la polarización de la clase política que buscaba dar respuesta a los problemas sociales con soluciones ideológicas excluyentes, que culminaron con el quiebre democrático y la instauración por la fuerza del régimen militar de Augusto Pinochet. En este difícil contexto histórico, el cardenal Silva Henríquez, cuyo pensamiento siempre estuvo marcado por su profunda fe y amor a Chile, supo ser fiel a su papel de pastor llamando al diálogo y constituyéndose en la voz de los más desamparados; asimismo supo llevar a cabo su obra social como promotor de instituciones en beneficio de los sectores de extrema pobreza. Su sensibilidad quedó reflejada en un hermoso texto llamado "Mi sueño de Chile", donde señalaba: “Quiero que en mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres. Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia”.